Cuando se dialoga con la ciencia
Un poco hastiado de ver como con demasiada frecuencia se aprueban normas agroalimentarias sin base técnica científica, es una satisfacción poder escribir en este caso sobre los resultados de una acción conjunta y dialogada con la industria de alimentación y bebidas. Me refiero a como esta industria ha sabido aplicar las indicaciones de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) para mejorar la calidad de los alimentos que consumimos, y por tanto contribuir a la buena salud de las personas. Y el propio nombre de la iniciativa muestra su filosofía, Plan de colaboración para la Mejora de la Composición de los Alimentos y Bebidas y Otras Medidas en el periodo de tiempo 2017-2020.
Tras la aplicación de dicho plan se han cumplido el 99% de los objetivos establecidos en la propuesta de la ASESAN, de acuerdo con la valoración de la propia FIAB (Federación de Industrias de Alimentación y Bebidas). En concreto se han tomado medidas en relación con la reducción de azúcares añadidos, sales y grasas saturadas en un conjunto de alimentos que representan casi el 45% de la energía diaria. En total han sido alrededor de 3.500 referencias alimentarias, lo que muestra la relevancia del reto acometido.
La propia AESAN señala en su evaluación que se constata la sustancial reformulación de la composición de los alimentos envasados y de la oferta alimentaria fuera del hogar, mejorando la calidad de los mismos. También la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha valorado esta iniciativa como un ejemplo de colaboración público-privada para la mejora de la calidad nutricional de los alimentos consumidos por los ciudadanos. Una iniciativa que también contribuye de forma directa al cumplimiento del Plan Estratégico Nacional para la Reducción de la Obesidad Infantil (2022-2030).
Es de esperar que este ejemplo dé que pensar a algunos representantes públicos, afortunadamente los menos, que ven en la industria a un colectivo que solo se preocupa por sus cuentas de resultados. Porque afortunadamente y como así debe ser, la industria intenta mejorar sus balances, lo que es imprescindible para el buen devenir de la economía; pero como profesionales saben que todo lo que mejora la satisfacción del consumidor, bien sea por su disfrute o por las ventajas que aportan a su calidad de vida, va a redundar en un beneficio para ambas partes. Pero también como personas, porque no olvidemos que los alimentos son consumidos por todos, también por los familiares y amigos que los que dirigen y trabajan en estas empresa, y por sus descendientes presentes y futuros. Y con conciencia y consciencia, saben que deben actuar avalados por la ciencia, algo que, lamentablemente, no siempre entienden de igual manera decisores públicos.
Por otro lado, las últimas cifras del pasado mes de diciembre confirman los muy malos datos de producción y comercialización del aceite de oliva, pudiendo ser la peor campaña en lo que va de siglo. Debido a la escasa producción y limitados stocks, desde el arranque de la campaña de comercialización, en paso mes de octubre, solo han salido al mercado 322.720 toneladas de aceite, lo que supone una caída de más del 15% con respecto a la campaña anterior.
A pesar de la escasa oferta no se prevén problemas de suministro, lo que es una buena noticia para la estabilidad de los precios, que se mantienen muy altos en los lineales y a un buen nivel para los productores, que ven de esta manera compensada la escasez de producto. En relación al consumo, todavía es pronto para valorar la bajada del IVA del 10 al 5% aprobada por el Gobierno, pero es de esperar que esta medida dinamice el mercado.