Cuando la religión se convierte en una mercancía: el halal pierde valor
En un mundo cada vez más interconectado, impulsado por la lógica del mercado, la religión, lamentablemente, también se ha visto sometida a intentos de convertirla en un bien de consumo. Los símbolos religiosos, los términos sagrados y los sentimientos espirituales se utilizan cada vez más con fines lucrativos. En este contexto, la etiqueta «halal» ha pasado de ser una categoría ético-religiosa a una marca registrada, que a menudo se utiliza sin tener en cuenta su verdadero contenido. El Sagrado Corán, con un lenguaje contundente, condena el uso indebido de la fe y los valores divinos en beneficio de intereses mundanos:
No vendas el pacto de Alá a bajo precio. Lo que Alá tiene es mejor para ti, si tan solo supieras. (An-Nahl, 16:95)
Este versículo nos invita a reflexionar: ¿Lo “halal” que consumimos es verdaderamente halal en su contenido o sólo en su nombre?
- El Islam: un principio que construye la conciencia, no una etiqueta que atrae al mercado
El Islam no es un logotipo que se coloca en un producto ni un eslogan que atrae al consumidor. Es un sistema integral de vida que forja el carácter, moldea la conciencia e ilumina el comportamiento. El halal en el Islam no se limita a la forma de sacrificar la carne o la composición de los alimentos, sino que abarca todo lo relacionado con la justicia, la honestidad y el temor a Alá en cada paso de la acción humana.
Si un producto tiene la etiqueta “halal”, pero es el resultado de una cadena de producción en la que hay fraude, explotación, injusticia o falta de transparencia, entonces hay lugar a dudas sobre si la etiqueta refleja realmente los valores que representa.
- Mercado de Medina: un modelo ético de economía justa
Un ejemplo claro de este enfoque se encuentra en la vida del profeta Mahoma. Tras su migración a Medina, observó que el comercio local estaba en gran medida controlado por la comunidad judía, lo cual no garantizaba condiciones de igualdad y justicia para los creyentes musulmanes.
En respuesta a esta situación, el Profeta estableció un nuevo mercado frente al mercado judío, conocido en las fuentes históricas como «Suq ez-Zuhur». En este mercado no se colocó ningún cartel que indicara «Mercado Halal» ni «Mercado Islámico». Sin embargo, en él, se educó a los comerciantes para que actuaran con conciencia, honestidad y temor a Alá.
Dijo: «Que vuestro mercado sea libre. Que nadie pague impuestos para entrar en él. No lo restrinjáis, no engañéis, no especuléis». (Véase: Abu Dawud, Sunan, Kitabu’l-Buyu’, n.º 3427; también: Tuhaf al-’Uqul, pág. 37)
Esta iniciativa no fue solo una solución económica, sino un acto educativo, cuyo objetivo era construir una economía basada en valores y no solo en el lucro. Ese mercado se hizo conocido no por su fachada, sino por la alta moralidad de sus participantes.
- ¿Es suficiente la etiqueta “halal”?
La etiqueta «halal» es, en esencia, una herramienta útil para guiar al consumidor musulmán en sus decisiones. En muchos casos, sirve como garantía práctica de que un producto cumple con las normas de la sharia.
Sin embargo, la experiencia ha demostrado que la presencia de la etiqueta no siempre es un indicador completo de la realidad ética y religiosa del producto.
En el Islam, el halal no solo se determina por los ingredientes, sino también por el método de producción, el trato a los trabajadores, la relación con los proveedores y la honestidad en las ventas. Por lo tanto, la etiqueta debe considerarse un indicador inicial, no una conclusión absoluta.
En ciertos casos, el uso de la etiqueta “halal” puede servir más como herramienta de marketing que como reflejo de las creencias y valores religiosos. Esto requiere que desarrollemos un profundo conocimiento, no solo de la composición de los productos, sino también de la integridad de los procesos que los sustentan. Dios Todopoderoso advierte: «Quienes ocultan lo que Dios ha revelado de la verdad y lo venden a bajo precio, solo llenan sus vientres de fuego» (Al-Baqarah, 2:174). Este versículo nos recuerda que distorsionar la verdad para obtener ganancias es un pecado con graves consecuencias, y que una etiqueta no es suficiente si no está respaldada por la realidad.
- La religión no es un instrumento de lucro sino un camino de purificación.
El uso indebido de la religión con fines económicos no es un fenómeno nuevo, pero el profeta Mahoma advirtió sobre ello hace mucho tiempo. Dijo:
Llegará un tiempo en que la gente aprenderá religión no para buscar guía, sino para beneficiarse de ella. (Bayhaqi, Shu’abu’l-Iman, n.° 165; Ibn AbdulBarr, Jami’u bayanil-ilm, n.° 837)
Esta advertencia invita a cada persona e institución a distinguir entre la práctica religiosa y la explotación de la religión para beneficio propio. La religión es guía, no un mecanismo de enriquecimiento; es la purificación del alma, no la decoración de un envoltorio.
- ¿Qué exige este tiempo de nosotros?
En una realidad en la que los valores religiosos corren el riesgo de ser trivializados en nombre del mercado, nuestra responsabilidad es multifacética:
- Eduquemos a las generaciones más jóvenes con honestidad, justicia y vergüenza ante la injusticia.
- Apoyemos a los emprendedores que mantienen la integridad, no sólo la etiqueta.
- Desarrollemos la conciencia del consumidor, que exige lo halal no sólo en la forma, sino también en esencia.
- Reaccionemos con prudencia ante los abusos, convirtiéndonos en voz de verdad y modelo de justicia.
Conclusión
En el tiempo del Profeta, no había necesidad de escribir “Mercado Halal”, porque la gente misma era halal en palabra, en medida, en intención y en honestidad.
Hoy en día, “halal” está escrito en cada esquina, pero si no va acompañado de creencia y acción, esta ética sigue siendo sólo una forma vacía.
Por lo tanto, regresar al espíritu halal no se logra con simples certificados, sino con un profundo enfoque en la responsabilidad, la conciencia y los valores proféticos. Que Alá nos conceda estar entre quienes protegen la religión del comercio y la viven como un deber sagrado.