14 de enero de 2024 08:00 AM
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Uruguay con una agricultura récord

El rendimiento del trigo marcó un máximo histórico en Uruguay, la cebada “pegó en el palo” y el maíz sigue avanzando en área y tecnología. El avance agrícola es sorprendente, pero no hay magia sino inversión, tecnología y mucho esfuerzo.

La Dirección de Estadísticas Agropecuarias (DIEA) del MGAP divulgó su Encuesta de Primavera 2023 con los nuevos datos correspondientes al desempeño de los cultivos de invierno en Uruguay, y las intenciones de siembra en cultivos de verano. Como ya se preveía por los datos preliminares que fueron surgiendo desde las chacras en las distintas zonas de cultivo, el trigo marcó un récord histórico de rendimiento superando las 5 toneladas por hectárea y alcanzando 5.037 kg/ha, según la estimación oficial. Es un notable avance en un cultivo clave para el Uruguay, tanto históricamente como en el momento actual.

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En efecto, tradicionalmente el trigo ha sido el principal cultivo del país, aunque hoy otros cultivos lo han igualado o superado. En tiempos de sustitución de importaciones (mediados del siglo pasado hasta los 80) se lo subsidiaba de distintas formas, con el objetivo de llegar y mantener la autosuficiencia, cubriendo las casi 400.000 toneladas correspondientes al consumo interno. Al día de hoy las cosas han cambiado tanto que aquel escenario es irreconocible: hace ya muchos años que el trigo es un cultivo de exportación, arrojando prácticamente todos los años un importante saldo exportable. Pero hablar de “saldo” tal vez sea equívoco: a principios de los años 90 Uruguay ingresaba el Mercosur, lo que implicaba abrir el mercado triguero. El cultivo aparecía como uno de los sectores productivos más expuestos a la competencia regional (Argentina) y con riesgos de sufrir un duro golpe. Transcurridos los años, el resultado fue exactamente el opuesto: el cultivo aumentó su competitividad por mayor productividad, promovida por la apertura del mercado.

De tal manera que -como se muestra en la gráfica adjunta- el rendimiento prácticamente se duplicó en menos de 30 años. Al hacer la regresión lineal de los datos oficiales, surge que el rendimiento en los últimos 30 años ha aumentado a razón de más de 70 kg/año. Esto se fundamenta en varios factores. Por un lado, nuevos materiales genéticos de alta productividad se han ido introduciendo en la base de variedades sembradas, con competencia entre las empresas semilleristas, que buscaban darle la mejor relación calidad precio al productor. A su vez, incide la gran acumulación de inversiones en capacidad de siembra y cosecha, que permite una mejor agronomía y por lo tanto más productividad. También se han acumulado mejoras en el manejo y el uso de insumos de alto impacto, tanto en la prevención de enfermedades y plagas como en la fertilización, para un rendimiento cada vez mayor.

4 Rendimiento de trigo.jpg

El rendimiento récord también refleja un efecto año: la durísima sequía del verano pasado mineralizó muchos nutrientes que estaban integrados en la materia orgánica del suelo – principalmente nitrógeno- y los hizo disponibles para los cultivos en cuanto volvieran las lluvias. Técnicos y productores han visto como en chacras donde se decidió no ir demasiado a fondo con la fertilización, de todas maneras los cultivos desplegaron un verde intenso notable. Esto se ha visto tanto en cultivos de invierno como en los cultivos de verano, que están en pleno desarrollo.

En el caso de la cebada el rendimiento también fue excepcional y quedó a pocos kilos del récord histórico. La regresión lineal muestra un aumento de más de 77 kg/ha/año en el rendimiento. El informe de DIEA hace un relevamiento del porcentaje de la producción que debió derivarse a cebada forrajera, ya sea porque éste era el objetivo inicial o -principalmente- porque la producción de cebada cervecera en algunos casos no alcanzó el nivel de calidad industrial suficiente. En el caso del trigo también se dieron situaciones parecidas. En cebada DIEA estima un rendimiento de 4.789 kg/ha, lo que – con un área estimada de 191 mil hectáreas- arroja una producción de casi 915.000 toneladas. De ese total, el 75% alcanzó calidad industrial (recordemos que las malterías bajaron los parámetros habituales de calidad, para reducir los porcentajes de descarte).

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En el caso del trigo, con el referido rendimiento récord y un área que se ubicó en casi 267.000 hectáreas, la producción estimada es 1 millón 344 mil toneladas, lo que permitiría un saldo exportable cercano al millón de toneladas.

Menos destacado fue el resultado de la colza, con un área que cayó por los menores precios y porque los problemas de implantación (en particular por heladas tempranas) llevaron a que muchas chacras inicialmente destinadas a esta oleaginosa se resermbraran con trigo o cebada. El rendimiento también bajó a 1.596 kg/ha. De manera que la producción cayó a poco más de 211 mil toneladas. Aun así, la producción de granos de invierno marca su segundo mejor año en más de una década (gráfica).

Hablame de ambiente.

El hecho de que en menos de 30 años los rendimientos de trigo y cebada se hayan duplicado, implica que se produce la misma cantidad de alimento con la mitad de la superficie. Esto debería ser motivo de gran celebración en cualquier plataforma ecologista: el aumento en la productividad es el factor esencial para una agricultura sostenible y la preservación de los ecosistemas. Por supuesto que la intensificación que esto conlleva tiene que ser atendida de manera permanente en cuanto a cuidado y mejora del suelo, con una aplicación cada vez más precisa y efectiva de los agroquímicos involucrados, sin los cuales estas altas productividades no se logran.

El otro aspecto clave es concebir la agricultura como sistema y no en un cálculo individual, cultivo a cultivo. Esto importa en el corto plazo, para la toma de decisiones, pero a largo plazo mandan las rotaciones, donde se precisan secuencias de cultivo sostenibles, tanto desde el punto de vista agronómico como también como factor de diversificación entre cultivos, para gestionar mejor los riesgos de mercado. En este sentido, es clave que la expansión de los cultivos de verano liderada por la soja -y ahora con el empuje en el maíz- sea acompañada por buenas productividades y un área importante también de cultivos de invierno, con doble cultivo anual.

Área récord de maíz.

Mientras la cosecha de invierno ya está prácticamente toda levantada, se están terminando de implantar los cultivos de verano de segunda, con los de primera ya alcanzando las etapas clave del desarrollo. Según el informe de DIEA -y tal como anticipamos en esta columna en el pasado mes de agosto- se superaron las 213.000 hectáreas de maíz, lo que constituye un récord de las últimas décadas. En realidad, debemos concebir este dato como un verdadero récord histórico: hace mucho tiempo atrás -años 60- el área de maíz llegó a ser superior, pero con productividades mucho más bajas y una modalidad de implantación que lo hacía un cultivo totalmente diferente al actual. Hoy el maíz en Uruguay es un cultivo profesional, de alta tecnología. En la base de su modernización está la adopción de transgénicos, que acumulan nuevos eventos para un manejo cada vez más preciso y rendimientos crecientes (varios eventos fueron aprobados recientemente, luego de una moratoria de hecho en gobiernos previos). Sobre eso se avanza en fertilización y protección vegetal, todo lo cual es un aliciente para plantar más área, si bien es un cultivo exigente en cuanto a suelos y condiciones agronómicas. A todo esto hay que sumar la expansión del riego, facilitada por los regímenes de promoción de inversiones.

4 Area de maíz.jpg

La soja -por su parte- mantiene un área superior al millón de hectáreas. No le están sonriendo demasiado los precios, pero el que sí está acompañando es el clima y seguramente tendremos una muy buena cosecha. La agricultura está en plena recuperación y eso es una buena noticia para los productores y para toda la economía.

Ing. Agr. MBA Nicolás Lussich

Fuente: El Pais

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